Tápate los oidos, fuerte, fuerte, fuerte, más fuerte todavía...


lunes, 14 de noviembre de 2011

Vidas, de (un) momento.


Subió por las rosas que había en el balcón, y aceptó una copa de vino. Le pidió que se quisieran y lo hicieron, a ojos cerrados y el corazón en las manos. A la mañana siguiente se había ido, y él no lo entendió. La razón le llegó el día que le mataron, diciéndole que el amor dura lo que “el que menos quiere”, quiere.


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No le salía rentable pasar tanto tiempo pensando en ella, así que se fue a la otra punta del mundo para asegurarse de tener lejos la atracción casi gravitacional de su sonrisa. Lo que no sabía era que la tormenta le seguía, y es que el mordisco que le había dado lo tendría marcado para toda la vida.

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